El ano-turismo.

ADVERTENCIA: Este articulo puede herir tu sensibilidad, si eres una persona que imagina lo que lees, te ruego no sigas adelante. El escritor, ósea YO, no me hago responsable de los efectos que puedan pasar al leer este artículo. Sí, aun así, sigues adelante, envíame tu comentario.

El otro día conocí a un nuevo amigo, Anselmo, estábamos en un almuerzo solidario y al acabar fuimos una serie de amigos a tomar algo para celebrar la navidad. Al interesarme por su trabajo me contó una anécdota muy divertida que quiero compartir con vosotros:

Anselmo le hacían una entrevista telefónica para un programa de radio:

Entrevistador: Buenas tardes, Anselmo, no sabía que existía ese trabajo.

Anselmo: Bueno, se está popularizando mucho los últimos años. Ya sabes que la gente se interesa más por todo este asunto.

Entrevistador: La verdad es que no estaba muy enterado de este tema. ¿Existe mucho mercado comercial?

Anselmo: Sin duda, la verdad es que se hacen cada vez más catas y más cursos.

Entrevistador: Pero me resulta extraño, imagino que hay mucha higiene.

Anselmo: ¿Higiene? Claro, la que marca la ley. No entiendo muy bien tu pregunta.

Entrevistador: Hombre, hablando de ano-turismo, la higiene debe ser una máxima.

Anselmo: ¿Ano-turismo? No, no, yo me dedico al ENO-turismo, al vino, no al ano.

Nos reímos un montón pensando en cómo sería una cata a ciegas de ese tipo de turismo. Frente a mi estaba mi amiga Toña, yo iba viendo como su cara evolucionaba hacia el asco según la conversación fluía y avanzaba hacia límites «interesantes».

Todo el tema escatológico genera siempre entre risa y asco, es un tema escabroso que pone al oyente las orejas de punta. Algunas conversaciones entre amigos suelen terminar en estos temas. Yo soy de digestión rápida, eso significa que después de comer, y pasado un corto periodo de tiempo, me toca «descomer».

Los amigos que me invitan a comer en sus casas ya me conocen, saben que yo no me llevo nada de la casa de mis amigos, incluido la comida. Que irremediablemente acaba en su cuarto de baño una vez que ha pasado por mi rápido sistema digestivo.

De esta circunstancia surgen divertidas anécdotas, como esa regla no escrita que tengo sobre descomer en la provincia donde haya comido. Parece fácil, pero cuando uno tiene que viajar en AVE a menudo para dar conferencias, no siempre tiene el tiempo suficiente entre el almuerzo y el viaje en AVE. Así que me tengo que encerrar en el aseo del tren y conectar mi teléfono al programa de ubicación en tiempo real para saber la posición exacta y poder acelerar el descomer antes de salir de la provincia.

Recuerdo cuando mi hermano iba a ser padre por primera vez, mi hija ya había nacido muchos meses antes, y yo le contaba una tarde como sentía tanto amor por mi hija, que me alegraba cuando hacia sus necesidades, porque ya sabéis que los bebes sufren mucho si no pueden hacer de vientre. Sergio, mi hermano, me escuchaba atentamente, e iba viendo su cara, cuyo color de tez iba cambiando hacia el blanco y con arcadas, porque se iba imaginando la situación y hasta el olor, según me confeso cuando pudo articular palabra.

Descomer, un hábito sano y común.

Deja un comentario